Nov 23, 2006

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La estructura abismal del universo

La estructura abismal del universo

Desde el punto de vista de la estética, uno de los aportes más curiosos en este tipo de indagaciones fue el del pintor y filósofo inglés William Hogarth en el siglo XVIII, quien al buscar la esencia de la belleza pictórica, y posiblemente influenciado por los desarrollos del cálculo matemático, afirmó en su The Analysis of Beauty (Londres, 1753): 'Dentro de la inmensa variedad de líneas concebirles, hay una que verdaderamente sobresale, la serpentina, que podríamos llamar 'línea de la Gracia". Según Hogarth, la mente humana gusta de ser atraída, y al ojo le gusta ser guiado como si se lanzase en una "cacería'. La línea recta, por ejemplo, no tiene belleza, y animales como el cerdo o la araña son feos porque carecen de líneas ondulantes. Pocos años después Ernst Platner interpretó los hallazgos de Hogarth en forma predecible pero ingenua:


¿Dónde podríamos encontrar el paradigma de la belleza sino en la figura femenina, centro por antonomasia de la belleza? Las líneas ondulantes son bellas porque son las que determinan el cuerpo y los movimientos de la mujer (Neve Anthropologie, Leipzig, 1790.

Kant, por su parte, en su Crítica del juicio (1790), en los capítulos dedicados a Lo Sublime, habla del 'hermoso horror de lo ilimitado". La cacería de un más allá, el misterio del eterno femenino, y la hermosura de lo ¡limitado son en realidad formas de expresar un mismo sentimiento. Una cosa es el arte definido, claro, sobre un horizonte cercano y con límites, lo que caería en la categoría de lo bello; y otra es el arte que se desborda, que alude a lo infinito, a lo eterno o misterioso; la serpentina que como las ondas del mar nunca termina ; es decir, lo sublime, que conlleva las más altas emociones estéticas'1 En todo caso, parece que fue precisamente André Cide quien usó el término de puesta en abismo (Mise en Abyme) a partir de sus estudios de heráldica, para indicar el fenómeno artístico que hace que la mirada se desboque a la caza de lo ilimitado.

Dallenbach, quien a partir de la obra de Gide y en especial de su novela Les Faux-Monnayeurs, ha estudiado en detalle sus características, distingue tres calses de puesta en abismo: duplicación simple, cuando un fragmento de la obra refleja la totalidad; duplicación al infinito, cuando el fragmento incluye otro fragmento, que incluye otro que...; duplicación aporística, cuando el fragmento incluye la obra que lo incluye, en una especie de círculo que impide el avance hacia otros niveles2


En última instancia, el arte más elevado, ese que nos lanza hacia el infinito, está aprovechando el deseo arquetípico del hombre de escaparse de si, su permanente anhelo de trascendencia. Por este camino, el tema de la construcción abismal puede ¡legar a ofrecer una explicación del universo. Así lo intuyó Schopenhauer a principios del siglo pasado cuando afirmó que si el mundo como representación en su conjunto no es más que voluntad haciéndose visible, el arte es la misma visibilidad más clara todavía. Es la cámara oscura que muestra los objetos con mayor pureza y que permite abarcarlos de una ojeada. El teatro en el teatro, la escena en la escena, como Hamlet.3


La estructura abismal del universo, en Del mito a la posmodernidad (Alvaro Pineda Botero), disponible en http://www.javeriana.edu.co/narrativa_colombiana/contenido/bibliograf/pineda_mito/abismo.htm



2. Lucien Dalienhack, Le récit spéculaire, essai sur la mise en abyme,Paris,Seuil, 1977, p. 51. Volver

3. A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, Vol. II, Buenos Aires, Aguilar, 1960, p. 258. Volver

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