En una boda polaca, los shots de wodka son incontables... y cada uno que se suma, hace olvidar alguno anterior, por lo que la secuencia se hace infinita...
Ya cuando llegué a Varsovia, me esperaba mi primer shot... El frío primaveral que se sentía justificó ese shot que mágicamente calmó la sensación de estar en un otoño neoyorkino...
Me mantuve lejos del "agüita", pero en la boda corrió como agua!
Ya antes de ir a la iglesia, la familia se reune y hacen el primer brindis con wodka!
Durante la fiesta, siempre es una ocasión para uno más...
Y aunque yo intentaba despedirme del wodka, al grito de "ostatnie, ostatnie", nunca era el último...
He vuelto. Puedo decir que sobreviví a una boda polaca. Y a sus infinitos shots de wodka...
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